Japón medieval durante la guerra civil del siglo 12, es decir, la guerra de Genpei. Unirás Japón y te convertirás en el primer shōgun de la historia. Vendrán los mongoles, y tú serás la fuerza que les hará frente. Sueño vívido y ensoñaciones. Pero luego despertaste… de hambre.
Eres nadie: sin casa, sin clan, sin espada. Tu nombre será olvidado antes de que se vacíe una copa de sake en la taberna local. Para no acabar en un isekai después de una noche hambrienta, tendrás que trabajar: limpiar canales de riego, plantar arroz con el barro hasta los tobillos, quemar carbón vegetal en las montañas, cargar sal, descargar barcos, servir en una casa de té. Cuanto más aguantes y menos discutas, más dispuestos estarán a confiarte tareas más importantes y a pagarte un poco más. Con eso bastará para un cuenco de arroz, un par de sandalias de paja y–si no caes con la fiebre–unas tablas de madera con las que improvisar una “cómoda” cama y almohada.
También hay otro camino. De noche es más fácil conseguir un saco de arroz que trabajando en los campos durante el día. En los caminos secundarios es más fácil asaltar caravanas. En las chozas del puerto es más fácil esconder contrabando. Reúne a unos cuantos hambrientos como tú, y tendrás una banda. Cuando el daimyo local se entere de tus fechorías, no te dará sermones: te contratará para incendiar los graneros de sus rivales, llevarse caballos y saquear–o sea, “cobrar impuestos”–en las aldeas cercanas. Por tu servicio te darán monedas, arroz y un pedazo de tierra… mientras seas útil. Si quieres, gástalo en sake y placeres. Si quieres, inviértelo: compra almacenes y un taller donde trabajen artesanos.
Asedios, marchas invernales, humo de aldeas en llamas–este es el camino directo hacia la gloria, la misma que mañana será olvidada. ¿Y pensabas que eras el único listo? Por botín y por nombre irás a asaltar castillos, cargando escaleras bajo brea hirviendo.
Quizás, entre un asedio y el siguiente duelo, te sorprendas con un pensamiento simple: ¿para qué perseguir la gloria o el dinero? Hoy hablan de ti; mañana no te recordarán. ¿Casarte con la hija de un aristócrata, pálida y brillante como la luna? ¿O tal vez la felicidad no sea un emblema en la pared, sino una mano cálida que huele a harina y a humo del fogón? Una esposa con pecas, que ríe de tal forma que olvidas tus heridas y dejas de pensar en las desgracias por venir. Un sencillo cuenco de gachas de arroz que no se ha enfriado… porque alguien te estaba esperando.
¿Cómo jugar?
Tienes 3 recursos: salud, fama y dinero. La salud es necesaria para trabajar y salir en campañas militares. La fama es necesaria para conseguir mejores trabajos, poseer edificios y tierras. Y el dinero siempre es necesario.
¡Trabaje, compre ropa, armas y otros bienes! Vaya a campañas militares, para algunas de ellas necesitará contratar muchos soldados. Ahorre dinero, compre edificios y mejoras para ellos. Y lo más importante, disfruten del juego.
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